El Fútbol Argentino Agoniza
El Fútbol Argentino agoniza. Con respirador artificial, apenas se mantiene con vida. Está ‘de última’ y su futuro parece negro. Oscurísimo. La infección continúa propagándose y nadie parece capaz de salvarlo.
Con un simple vistazo cada fin de semana a un resumen del fútbol local, se darán cuenta de la gravedad de la situación. Las manzanas podridas están fermentando el cajón, la dirigencia hace la vista gorda, la seguridad delega responsabilidades, el hincha acusa al gobierno, el periodismo equivoca el mensaje y los buitres vuelan bajo.
La enfermedad es crónica y los síntomas se ven semana a semana. Pensar que antes se analizaba la fecha con más goles y ahora la que más partidos suspendidos presenta. Partidos sin público, canchas suspendidas, encuentros que no terminan.
Se ha desvirtuado todo. Y vaya ‘casualidad’, que en medio de un país tan rico, con tantos recursos naturales pero lleno hambre, haya un fútbol tan rico, con tantos recursos futbolísticos (jugadores), pero agonizando.
Nada es menos casual que esto. Partiendo desde la parte dirigencial que recién ahora habla del derecho de admisión y deja que ingrese cualquier hincha, en el estado que sea y con el prontuario que tuviese. Eso no es lo más grave, sino la amistad por conveniencia que algunos dirigentes tienen con este tipo de malvivientes. Y no solo para el plano futbolístico, sino que se valen de ellos para la parte política, el lobby y los métodos de ‘presión’. A cambio de estos servicios, se le otorga a los ‘capos de la barra’ visa para ingresar a cualquier cancha, transportes, y hasta comisiones para algunos. Y me olvidaba: carta blanca para cualquier hecho delictivo. En algunos casos se llega a preguntar, ¿cuál de las dos partes está a cargo del club?. Y como si fuera poco, alguno, como el presidente de Gimnasia L.P., Juan José Muñoz, ingresando al vestuario del juez Daniel Giménez, para ‘sugerirle’ alguna modificación en su accionar.
Por otro lado, los encargados de la seguridad. Tengo la convicción que en todos los sectores de la sociedad hay personas ‘tendientes al mal’ y ‘tendientes al bien’. La Seguridad no es la excepción. Lamentablemente, en los últimos tiempos resaltan más los malos. ¿Quieren decirme quién organiza los operativos? Esto es fácil de explicar. He tenido la suerte de conocer muchas de las canchas de nuestro país y con un simple golpe de vista puedo decir donde es necesario un ‘cordón policial’. Como diría un amigo: Es Básico. El cordón principal debe estar entre las dos parcialidades. Esto que parece tan simple, casi nunca se cumple. Aunque usted no lo crea, son más las veces que el cordón NO se ubica allí que las veces que SI ocurre.
Y el gran problema de la Seguridad es que algunos no pueden manejar semejante fuente de Poder y abusan de sus ‘derechos y deberes’. Represión a ‘troche y moche’ ante la mínima provocación. Y su eterna pelea con la dirigencia. Cada vez que una bengala, un arma, o un elemento prohibido aparece en la tribuna, comienza el tire y afloje mediático. La policía acusa a los dirigentes “Esos elementos fueron ingresados con el consentimiento de los dirigentes el día previo al encuentro”, y aquellos responden “El cacheo no fue exitoso y el operativo nos costó dinerales”. Nadie es el responsable.
Algunos árbitros sin personalidad, que antes de suspender un encuentro por algún proyectil miran la gravedad del daño en el contuso. Ahí surge la frase “¿Tenemos que esperar que maten a alguno para suspender el partido?” Si el herido se levanta y tiene al menos 4 sentidos en buen estado, el encuentro continúa. Y así como la autoridad afuera de la cancha permite que ingresen los violentos, dentro del rectángulo estos jueces permiten que se queden los más violentos y le sacan tarjetas por hablar, saltar carteles o sacarse la camiseta, a algún ‘carlitos’.
Aquellos jugadores que gritan goles de cara a la tribuna rival, o que intentan lesionar de manera intencional a un colega.
El sector del periodismo que convierte en ‘caudillos’ a los jugadores más violentos, en lugar de dejarlos en evidencia. Claro, si hablan mal de algún violento, es una nota menos.
¿Y que me dicen de los que yo llamo “pequeños ladrones de gallinas”? Son seres apenas imperceptibles que se deslizan en el anonimato y que aportan su pequeña cuota de ‘violencia’. Dentro de estos se encuentran algunos camilleros que quieren sentirse parte del triunfo. ¿Qué hacen? Cada vez que llevan un rival en la camilla, lo dejan caer de una forma que parece ‘casual’. Hasta se ha visto alguno insultando al jugador.
También balones y chicos alcanza-pelota que desaparecen misteriosamente cuando su equipo va en ventaja. En un fútbol ‘normal’ esto no sería importante. En un fútbol agonizante, el mínimo detalle es detonante.
Dejé para el final al hincha. Pero no voy a hablar del que todavía disfruta de la magia del fútbol y va a la cancha soñando con gambetas, rabonas, goles y emociones. No hablo del hincha sano. Hablo del otro. Del que va a la cancha a descargar frustraciones, a calmar sus broncas. Ese despreciable ser que sueña con ‘matar’ a un rival. Con robar una bandera. Con ser más guapo. No sabe que desde que se inventó el revolver no hay más guapos. Este hincha que siempre tiene un motivo para agredir, que ante la mínima cargada contesta con violencia, que aleja a la familia de los estadios. Para muchos, identificado como Barra Brava.
Pero también está el otro hincha, debatiéndose en la indecisión, fácilmente influenciable. El problema reside en que el grupo de estos hinchas es el más numeroso. Alienta cuando piden que aliente, pero insulta cuando la premisa es esa. Jamás defiende sus ideas sino las de la elite violenta. Si le piden que arroje una roca, lo hará, y se inclinará hacia donde sople el viento. Sus actos serán justificados por La Ley Del Mal Mayor. “El gobierno tiene la culpa”, “la policía agredió primero”, “en lugar de fijarse en nosotros por qué no se fijan en el país”, como si tuviera algo que ver.
Que cada uno se haga responsable de sus actos. Que cada uno aporte su granito de arena por mínimo que parezca.
El Caos se ha instalado y nadie quiere agarrar el hierro caliente. Todos miran al de al lado con cara de ‘yo no fui’. Todos somos responsables en mayor o menor medida. Nadie da el puntapié inicial. Todos se liberan de responsabilidades.
Mientras tanto en una cama de hospital, El Fútbol Argentino, uno de los torneos más prestigiosos y envidiados del mundo, se debate entre la vida y la muerte esperando por un transplante de ‘Conciencia’, mientras su corazón late cada vez más débil.
Sergio Simionato.
Con un simple vistazo cada fin de semana a un resumen del fútbol local, se darán cuenta de la gravedad de la situación. Las manzanas podridas están fermentando el cajón, la dirigencia hace la vista gorda, la seguridad delega responsabilidades, el hincha acusa al gobierno, el periodismo equivoca el mensaje y los buitres vuelan bajo.
La enfermedad es crónica y los síntomas se ven semana a semana. Pensar que antes se analizaba la fecha con más goles y ahora la que más partidos suspendidos presenta. Partidos sin público, canchas suspendidas, encuentros que no terminan.
Se ha desvirtuado todo. Y vaya ‘casualidad’, que en medio de un país tan rico, con tantos recursos naturales pero lleno hambre, haya un fútbol tan rico, con tantos recursos futbolísticos (jugadores), pero agonizando.
Nada es menos casual que esto. Partiendo desde la parte dirigencial que recién ahora habla del derecho de admisión y deja que ingrese cualquier hincha, en el estado que sea y con el prontuario que tuviese. Eso no es lo más grave, sino la amistad por conveniencia que algunos dirigentes tienen con este tipo de malvivientes. Y no solo para el plano futbolístico, sino que se valen de ellos para la parte política, el lobby y los métodos de ‘presión’. A cambio de estos servicios, se le otorga a los ‘capos de la barra’ visa para ingresar a cualquier cancha, transportes, y hasta comisiones para algunos. Y me olvidaba: carta blanca para cualquier hecho delictivo. En algunos casos se llega a preguntar, ¿cuál de las dos partes está a cargo del club?. Y como si fuera poco, alguno, como el presidente de Gimnasia L.P., Juan José Muñoz, ingresando al vestuario del juez Daniel Giménez, para ‘sugerirle’ alguna modificación en su accionar.
Por otro lado, los encargados de la seguridad. Tengo la convicción que en todos los sectores de la sociedad hay personas ‘tendientes al mal’ y ‘tendientes al bien’. La Seguridad no es la excepción. Lamentablemente, en los últimos tiempos resaltan más los malos. ¿Quieren decirme quién organiza los operativos? Esto es fácil de explicar. He tenido la suerte de conocer muchas de las canchas de nuestro país y con un simple golpe de vista puedo decir donde es necesario un ‘cordón policial’. Como diría un amigo: Es Básico. El cordón principal debe estar entre las dos parcialidades. Esto que parece tan simple, casi nunca se cumple. Aunque usted no lo crea, son más las veces que el cordón NO se ubica allí que las veces que SI ocurre.
Y el gran problema de la Seguridad es que algunos no pueden manejar semejante fuente de Poder y abusan de sus ‘derechos y deberes’. Represión a ‘troche y moche’ ante la mínima provocación. Y su eterna pelea con la dirigencia. Cada vez que una bengala, un arma, o un elemento prohibido aparece en la tribuna, comienza el tire y afloje mediático. La policía acusa a los dirigentes “Esos elementos fueron ingresados con el consentimiento de los dirigentes el día previo al encuentro”, y aquellos responden “El cacheo no fue exitoso y el operativo nos costó dinerales”. Nadie es el responsable.
Algunos árbitros sin personalidad, que antes de suspender un encuentro por algún proyectil miran la gravedad del daño en el contuso. Ahí surge la frase “¿Tenemos que esperar que maten a alguno para suspender el partido?” Si el herido se levanta y tiene al menos 4 sentidos en buen estado, el encuentro continúa. Y así como la autoridad afuera de la cancha permite que ingresen los violentos, dentro del rectángulo estos jueces permiten que se queden los más violentos y le sacan tarjetas por hablar, saltar carteles o sacarse la camiseta, a algún ‘carlitos’.
Aquellos jugadores que gritan goles de cara a la tribuna rival, o que intentan lesionar de manera intencional a un colega.
El sector del periodismo que convierte en ‘caudillos’ a los jugadores más violentos, en lugar de dejarlos en evidencia. Claro, si hablan mal de algún violento, es una nota menos.
¿Y que me dicen de los que yo llamo “pequeños ladrones de gallinas”? Son seres apenas imperceptibles que se deslizan en el anonimato y que aportan su pequeña cuota de ‘violencia’. Dentro de estos se encuentran algunos camilleros que quieren sentirse parte del triunfo. ¿Qué hacen? Cada vez que llevan un rival en la camilla, lo dejan caer de una forma que parece ‘casual’. Hasta se ha visto alguno insultando al jugador.
También balones y chicos alcanza-pelota que desaparecen misteriosamente cuando su equipo va en ventaja. En un fútbol ‘normal’ esto no sería importante. En un fútbol agonizante, el mínimo detalle es detonante.
Dejé para el final al hincha. Pero no voy a hablar del que todavía disfruta de la magia del fútbol y va a la cancha soñando con gambetas, rabonas, goles y emociones. No hablo del hincha sano. Hablo del otro. Del que va a la cancha a descargar frustraciones, a calmar sus broncas. Ese despreciable ser que sueña con ‘matar’ a un rival. Con robar una bandera. Con ser más guapo. No sabe que desde que se inventó el revolver no hay más guapos. Este hincha que siempre tiene un motivo para agredir, que ante la mínima cargada contesta con violencia, que aleja a la familia de los estadios. Para muchos, identificado como Barra Brava.
Pero también está el otro hincha, debatiéndose en la indecisión, fácilmente influenciable. El problema reside en que el grupo de estos hinchas es el más numeroso. Alienta cuando piden que aliente, pero insulta cuando la premisa es esa. Jamás defiende sus ideas sino las de la elite violenta. Si le piden que arroje una roca, lo hará, y se inclinará hacia donde sople el viento. Sus actos serán justificados por La Ley Del Mal Mayor. “El gobierno tiene la culpa”, “la policía agredió primero”, “en lugar de fijarse en nosotros por qué no se fijan en el país”, como si tuviera algo que ver.
Que cada uno se haga responsable de sus actos. Que cada uno aporte su granito de arena por mínimo que parezca.
El Caos se ha instalado y nadie quiere agarrar el hierro caliente. Todos miran al de al lado con cara de ‘yo no fui’. Todos somos responsables en mayor o menor medida. Nadie da el puntapié inicial. Todos se liberan de responsabilidades.
Mientras tanto en una cama de hospital, El Fútbol Argentino, uno de los torneos más prestigiosos y envidiados del mundo, se debate entre la vida y la muerte esperando por un transplante de ‘Conciencia’, mientras su corazón late cada vez más débil.
Sergio Simionato.